martes, 13 de junio de 2023

Pável Filátiev, soldado ruso: "El Ejército ruso no necesita enemigos, se destruirá él solo"

En el libro "Zov" relata la realidad del enfrentamiento contra Ucrania desde el frente y su experiencia tras dejar la guerra y el país


La estrategia del pan y circo es tan vetusta como la antigua Roma. Aquel imperio creó la que a día de hoy continúa siendo la joya de la propaganda: el poder ofrece ocio y alimento al pueblo, y a sus espaldas dirige su camino. O sea, guardar las apariencias. Es base de numerosas políticas, pero ante todo de las guerras. ¿Cómo se convence a una ciudadanía de que su país se va a sumir en una? Más allá de la ideología, la mejor opción es la distracción, y así vive la ciudad moscovita a ojos de Pável Filátiev. «Es fácil apoyar la guerra viendo vídeos propagandísticos sobre el poderío del Ejército ruso mientras estás a mil kilómetros del fango, la sangre y el hedor de la muerte», asegura un soldado que ha vivido, visto, olido y sufrido la experiencia de luchar en el frente de la guerra entre Rusia y Ucrania.


El relato que Filátiev ofrece en «Zov. El soldado ruso que ha dicho no a la guerra de Ucrania» (Galaxia Gutenberg) es un antídoto y contrapunto del pan y circo, y llega a ser asfixiante. Con una sinceridad que promete como absoluta, el soldado –actualmente vive en Francia, donde le concedieron asilo político– relata paso a paso cómo vivió aquel 24 de febrero, así como sus reflexiones dos meses después de dejar el frente por enfermedad. Narra la incertidumbre a la que estaban sometidos los soldados durante el comienzo de la invasión, así como los primeros enfrentamientos, las primeras veces que vio cadáveres y sangre derramada, o lo que conlleva formar parte del Ejército ruso en la actualidad. Todo, con un lujo de detalles que permite hacer ver al lector lo que lleva pasando desde hace casi un año en la inmediata actualidad. Una obra que, si bien se distribuye en idioma ruso de manera gratuita, también está disponible en otras lenguas, justificando que «no puedo hacer que nuestro Ejército se retire a casa, pero sí contar mi experiencia».


La palabra «guerra» está prohibida en Rusia, pero Filátiev la utiliza sin temor a las consecuencias, aún sabiendo que éstas son tan duras como reales. Si algo destaca a lo largo del libro es la incesante perplejidad del autor los días del comienzo de la invasión: «Nadie, jamás, me dio una explicación». «¿Adónde nos dirigimos y para qué?». Hasta que, finalmente, «ya no me cabe duda: hemos invadido Ucrania...», escribe el soldado, que «entendía que estaba ocurriendo algo muy gordo, tenía varias ideas, pero me parecía imposible que la hubiéramos atacado sin más. Si EE UU entrara en guerra con nosotros, el alcance del conflicto sería enorme, alguno de los contendientes acabaría utilizando armas nucleares, joder, qué locura...».

———————————————

Me parecía imposible que hubiéramos atacado Ucrania sin más

Pável Filátiev

———————————————

Sin tapujos

A lo largo de las páginas, Filátiev describe desde el sonido de un obús hasta las condiciones inhumanas de su Ejército. «Falta de comida, agua, sueño, ropa de abrigo y de productos básicos normales», dice. En el frente, el soldado vivía en una burbuja aún más inflada por la escasez informativa, pero ante todo vivía en la insalubridad más absoluta. «Recuerdo que, durante los dos meses que pasé en el frente, a diario albergábamos la esperanza de que nos reemplazaran para poder descansar, asearnos y cambiarnos de ropa. Sin embargo, no sucedió, porque, al parecer, no había nadie para hacerlo». Sin tapujos, el que fue subsargento de la Guardia Filátiev, de la 6ª compañía, 2º batallón, 56º Regimiento y 7ª División de Asalto Aéreo, describe las grandes faltas que tiene un Ejército como el ruso, que tanto alardea de grandiosidad. Lo recuerda como «un puto desastre, sabía que el maldito caos que había en tiempos de paz llevaría a uno en tiempos de guerra. Hoy mismo le han roto una pierna a otro al girar el cañón de mala manera, a otro más le han pisado un pie con una oruga. «Este Ejército no necesita enemigos; acabará por destruirse él solo», zanja.

Salvajes destinados al matadero
Durante unos años, Filátiev fue entrenador de caballos, hasta que «me volví loco y decidí volver al Ejército». Junto a un compañero, compraba estos animales jóvenes y salvajes destinados al matadero y trataba de darles una nueva vida, por supuesto con el fin de venderlos. Fue en la guerra cuando estableció que no hay tanta diferencia entre un soldado profesional –o «kontráktnik»– y un caballo salvaje. «Estás amaestrado, no tienes por qué saber nada, solo debes hacer lo que te manden. Ahora entiendo que me han utilizado, del mismo modo en que yo en otra época usaba a los caballos: recurriendo a la astucia (medios de comunicación y patriotismo), a la fuerza (la ley y el castigo), al azúcar (el salario), o al elogio (condecoraciones y promoción)», escribe. Algo que solo les ocurre a los hombres, pues «la abrumadora mayoría de mujeres que sirven en nuestro Ejército desempeñan una función decorativa», explica Filátiev; «estoy en contra de que ellas sirvan en el Ejército ruso. Si no lo hacen en igualdad de condiciones, como en Israel o Estados Unidos, es mejor que no lo hagan».